HISTORIAS DE FUENSANTA

Este blog parte del Centro Guadalinfo de Fuensanta con la intención de dar a los usuarios un espacio donde poder contar Historias de las Gentes del Municipio. Sus autores son gente llana y humilde, fuensanteñ@s inquietos con ganas de expresar y contar lo que han vivido.

3/16/2006

LA SOLEDAD DE UNA NIÑA DE PADRES SEPARADOS



Los primeros recuerdos que llegan a mi mente de muy corta edad, quizás cinco o seis años, allá por el año 1.963. Son recuerdos de mi casa con mi padre, mi madre y mis hermanos, pero no recuerdo nada con cariño, ni ningún momento de felicidad, solo recuerdo gritos, angustia y miedo, miedo al oír los pasos de mi padre que llegaba y yo corría a esconderme detrás de las cortinas que separaban la cocina del comedor. Mi madre procuraba que mis hermanos que eran muy pequeñitos por entonces estuviesen cenados, duchados y metidos en la cama, para que de nada se enterasen, además al ser pequeños no comprendían y gracias a dios no tienen ningún recuerdo ni bueno ni tampoco malo porque esos no se olvidan. Pero yo los recuerdo todos; mi padre no era mala persona al contrario según vecinos y amigos, todos le querían, tenía fama en el barrio de hombre formal y trabajador, pero tenia un defecto “el alcohol”, era más fuerte que el y al venir siempre por la noche, pues trabajaba en las carreteras y nunca venía a casa de día, ya llegaba bebido pues de camino del trabajo se quedaba en el bar y cuando llegaba a casa ya no era su persona la que hablaba y actuaba, era el alcohol, así todas las noches.

Recuerdo una noche de tantas, que mi padre tenía una botella de gasolina y mi madre sentada cenando, la roció con gasolina por la ropa y le decía con el mechero en la mano que pasaría si lo encendía. Yo asustada detrás de la cortina, recuerdo que salí y le dije cogiendo una silla, que dejara a mi madre en paz, yo tenía ocho años. Un poco antes fue el día de mi primera comunión, de la cual guardo un recuerdo desagradable, de ser un día feliz para todas mis compañeras para mi fue desastroso, que no olvidaré jamás y así infinidad de momentos que se marcaron en mi mente.

Yo obligue a mi madre a que dejara a mi padre pues aquello no era vida ni para ella ni para nosotros, claro que yo creía que estaríamos mejor sin él y seríamos felices, pero siguió mi desgraciada y triste niñez.

Cuando dejamos la casa de mi padre un 24 de marzo de 1.967, yo iba a cumplir diez años, llegamos a casa de mi abuela, nos instalamos y enseguida mi madre tuvo que dejarnos e irse a trabajar fuera y lejos de nosotros. Nos quedamos con la abuela, que por desgracia no era nada cariñosa y para mi se parecía más a la madrastra del cuento de cenicienta. Pasé con diez años a ser la madre de mis hermanos y la criada de la abuela; yo fregaba, cocinaba, lavaba, tenía que ir a la fuente y acarrear el agua que se necesitaba en la casa, pues no había grifos. Si quería ir al colegio, porque me gustaba mucho y no quería faltar, tenía que madrugar mucho y hacer lo que me mandara. Poseía una huerta y yo tenía que ir, traerme o llevarme al hombro lo que ella me decía, pues me amenazaba que si no lo hacía no podía ir al colegio.

No puedo explicar todas las cosas y trabajos que una niña de diez años se vio obligada a hacer, ya que necesitaría no unos folios sino más de un libro.

Tenía unas amigas ya con doce-catorce años, que me hacían la carga más llevadera. Recuerdo a Mª Filo con cariño, a Delia y alguna más, pero en particular a Mª Pilar; para mí era a la que yo tenía más confianza, porque era muy buena, cariñosa y yo me sentía a gusto con ella, le contaba mis problemas y siempre me escuchaba. Algunas tardes me iba a su casa a hacer deberes del colegio y me sentía muy bien, pero a la vez sufría mucho ya que en esa casa reinaba una paz y una armonía que yo envidiaba. Su madre era muy cariñosa y siempre atenta a lo que su hija necesitaba. Llegaba su padre del campo, besaba a su madre, a su hija y yo tenía que irme porque al ver esas demostraciones de cariño que yo no tenía y tanto anhelaba, llegaba a casa corriendo y lloraba hasta que no podía más y me preguntaba ¿por qué? por qué yo no podía tener una familia como esa, tener una madre y un padre, un hogar.

Me sentía despreciada en la sociedad de los años sesenta, pues eran pocas las mujeres que se atrevían a separarse. Y esas mujeres y esos hijos de madres separadas eramos tratados con desprecio por muchas personas que pensaban que por no tener el padre ni la madre juntos, no tenía los mismos derechos que otra niña. Yo me he sentido marginada y no se daba cuenta la gente que yo tenía mi corazón y mis sentimientos y me hacían mucho daño.

Gracias a dios hoy después de cuarenta años, la vida ha evolucionado y los niños de madres separadas creo que ya no tienen que sufrir tanto como yo he sufrido, porque no quisiera que ningún niño pase por ese trance en su vida. Que los padres piensen en sus hijos antes de tomar decisiones que les puedan afectar y marcar para toda la vida, pues la niñez y adolescencia es solo una vez y la recuedas toda tu vida y si ha sido mala te marca para siempre, lo dice una hija de padres separados.

T.P