HISTORIAS DE FUENSANTA

Este blog parte del Centro Guadalinfo de Fuensanta con la intención de dar a los usuarios un espacio donde poder contar Historias de las Gentes del Municipio. Sus autores son gente llana y humilde, fuensanteñ@s inquietos con ganas de expresar y contar lo que han vivido.

3/16/2006

MI INFANCIA


Soy Carmen y voy a relatar la historia de mi infancia, ya que fue la época más feliz de mi vida. Tuve la suerte de nacer en una familia, sencilla y humilde con unos valores humanos extraordinarios, ¡Para mi los mejores!

Desde que nací, ya vine dando guerra siempre he sido una niña muy testaruda y traviesa.

Mi madre me amamanto durante veintidós meses como no había manera para que dejara de mamar, me llevaron al cortijo donde vivían mis abuelos maternos y allí me quede con ellos, un tiempo.

A los quince días fue a verme mi madre, cuando la vi aparecer, en vez de ir a darle un beso le puse una silla y le dije que la niña quería teta, hay se ve lo testaruda que era.

El cortijo de mis abuelos era para mí como un paraíso, siempre me ha gustado mucho el campo.

Era una casita pequeña donde ni tan siquiera había luz, se alumbraba con un candil o un carburo yo disfrutaba mucho cuando estaba allí.

En la puerta, que estaba empedrada, había una mesa de piedra, también un lilo y muchos árboles más que en verano daban una sombra estupenda y un perfume delicioso.

Aquel lugar era el ideal para jugar y dejar correr la imaginación, allí me pasaron infinidad de cosas, que luego venia contando a mis amigas.

Unas eran ciertas, como lo que me pasó con una cabra que tenia mi abuelo, allí todos los animales estaban sueltos gallinas, patos, pavos, etc. El corral tenía unos agujeros en su pared de piedra, por donde salían y entraban los animales. La cabra que antes he mencionado tenia unos cuernos enormes, y un odio feroz a los niños, no se porqué. Estaba jugando junto a la alberca que había en la huerta, la cabra al verme se lanzó sobre mi y caí al agua, suerte que estaba allí mi abuelo que me sacó rápidamente, sino quizás hoy no lo estuviera contando, creo que de ahí me viene esa relación amor odio con el agua. También le conté a mis amigas, que me había perseguido una serpiente enorme y se había comido una onza de chocolate que había perdido mientras huía de ella.

A veces llegue a creer que todo eso era cierto.

Voy a dejar el tema pues podía seguir contando infinidad de anécdotas.

Recuerdo con muchísima emoción el día que nació mi hermano, era mi primer año de escuela, andaba el 1960, y estaba con Doña Encarnación Lopéz en las “permanencias”, eso quiere decir que salíamos de la escuela a las cinco y a las cinco y media volvíamos a entrar para salir a las siete, que en invierno es completamente noche cerrada, corría el mes de noviembre. A esta gran mujer le debo lo que sé, la verdad sea dicha, siempre he sido un poco indisciplinada.

Ella se preocupo siempre de los más traviesos, conmigo lo hizo siempre de una forma especial.

Vuelvo al nacimiento de mi hermano ¡que me voy por los cerros de Úbeda!

Cuando llegue a casa y vi a mi madre con un niño en los brazos, no puedo explicar la sensación que experimenté, esto me parecía extraordinario, fue un día inolvidable. Debo decir que mi hermano nació en casa como todo el mundo en aquella época.

Sigo contando sobre mi maestra estas letras quiero que sean de homenaje a esta profesional que dio todo lo qué tenia por formar a varias generaciones de niños de este pueblo. Gracias a su tenacidad y esfuerzo, hoy tenemos un poquito de cultura, que en tiempo de la posguerra no era como ahora; creo que estarán de acuerdo conmigo las personas que la han conocido. De niña yo era flacucha y canija; mi maestra, todos los días a las once me mandaba a casa para que comiera algo, y yo, en vez de ir a comer me iba al río, allí pasaba el rato o bien saltando de piedra en piedra, cogiendo ranas o buscando huevos de pato, que en aquella época había muchos en el río, ni decir tiene que mi madre no sabia nada de toda esta historia, ya me había encargado yo de que no vieran en casa la nota que me había dado la maestra.

La pavetosa de turno se lo dijo a Doña Encarna y allí acabaron mis escapadas al río, con una tunda de palos por parte de mi madre y con bastantes tirones de orejas por parte de la Doña.

Paso página y sigo con otra de mis travesuras; era tiempo de aceituna, mi madre me dejaba el almuerzo preparado todos los días, unos días unas cosas otros otras. El día en cuestión al que me voy a referir lo recuerdo como si fuera hoy mismo, ese día me dejó un hoyo con un chorizo y un huevo cocido y de postre un pero de hocico perro, era sábado y de matiné ponían “Alí Baba y los Cuarenta Ladrones“ y decidí que quería ir a ver la película, como no disponía de dinero, opte por vender el huevo duro que me habían dejado para comer ese día, me fui a lo de “Camilo“ que compraba los huevos de las casas y con otros cinco mas que mi madre tenia en casa me conseguí el dinero que necesitaba, seis reales en total. Me fui al cine, pero no podéis ni imaginar la que se armó cuando mis padres vinieron de la aceituna, era noche cerrada y yo no aparecía por sitio alguno, mi madre llorando y mi padre diciendo que cuando apareciera no se me iba a olvidar ese día.

Cuando llegue a casa contando la película tan contenta, ya podéis figuraros lo que paso, el castigo fue bastantes días sin salir a jugar, eso era lo peor que me podían hacer, pero ¡mereció la pena!

Pasó el tiempo, y en 1963 nació mi hermana pequeña yo contaba con diez años de edad, de nuevo fui con mis abuelos al cortijo, para que yo no viera como se desarrollaba el nacimiento, el camino hacia el cortijo fue en una burra que tenia mi padre, ni que decir tiene que de coches nada. Cuando supieron que había nacido la niña me llevaron de vuelta a casa, para mi era como una muñeca que nunca tuve, solo tenia una de trapo, con la que siempre fui feliz, en fin que ya éramos tres.

Mis hermanos han sido siempre mi apoyo y mi alegría.

Mi madre a sido siempre una madre ejemplar desviviéndose siempre por nosotros, también era la que mas nos reñía, por eso quizás yo he estado mas por mi padre, en cierta forma.

Mi padre siempre ha ido a buscar trabajo donde lo hubiera tanto, en Barcelona, Lérida, Francia. Muchísimas veces nunca a querido que la familia fuéramos a vivir a otros lugares porque no perdiéramos nuestras raíces. Cuando se iba a Francia, a la vuelta traía la maleta de madera llena de cosas que le ponían para comer a ellos y aquí no los había en aquellos tiempos, quesitos en porciones, mermelada,..., no se los comía por traerlas a casa para nosotros.

En una ocasión se rompió mi hermano un brazo y lo ingresaron, yo me quede a cargo de la casa y me sentía muy mayor. El día que venia del hospital decidí, junto a una amiga “Mari la Josita”, que teníamos que ir a recibirlos. Nos fuimos las dos andando la carretera adelante, íbamos tan dispuestas, nos encontrábamos con alguna gente que extrañados nos preguntaban donde íbamos y le decíamos “a esperar el correo”; Estábamos cansadas y hambrientas, pensamos en llegar a una casería donde mi tía estaba de casera, dejamos la carretera y nos adentramos en el camino, justo enfrente de Villa Conejos. Llegamos a lo de mi tía o “chacha”, le pedimos que nos diera de comer, nos dio un hoyo de pan con aceite y chocolate, y nos dijo que volviéramos al camino pues se podía pasar el correo, y exactamente fue eso lo que nos pasó. Volvimos a la carretera camino del pueblo, estábamos próximos al Puente Salado y pasó un amigo con una bicicleta y nos dijo que si queríamos irnos con el, aceptamos, como no cogíamos las dos decidí que se fuera ella y después volviera a por mi. Estaban llegando al pueblo y serian mas o menos las cinco y media, venia un montón de gente a buscarnos, se habían enterado y pensaban lo peor, que nos habían raptado y se movilizó medio pueblo. Mi madre al verla a ella y a mi no, se llevo el susto de su vida.

Mari se lo explicó todo y cuando me encontré con ellos mis padres me abrazaron llorando y mis abuelos y tías me hicieron prometer que no iría a sitio alguno sin pedir permiso.

Al pasar un par de años de todas estas anécdotas que he contado y de otras muchas que no he relatado, pues me iba a extender demasiado, la vida se encargo de hacerme madurar y pase de una infancia muy feliz a una mayoría de edad, sin tener adolescencia.

Creo que lo bueno de la vida hay que vivirlo al máximo, lo malo ya viene solo.

C. L.