HISTORIAS DE FUENSANTA

Este blog parte del Centro Guadalinfo de Fuensanta con la intención de dar a los usuarios un espacio donde poder contar Historias de las Gentes del Municipio. Sus autores son gente llana y humilde, fuensanteñ@s inquietos con ganas de expresar y contar lo que han vivido.

3/16/2006

TIEMPOS PASADOS



Voy a redactar un pequeño relato del tiempo de mis abuelos, personas respetuosas y buenas, con muy poquitos hábitos de sabiduría, no porque fueran torpes, sino que en el tiempo cuando se criaron no se daba la oportunidad de estudiar ni nada por el estilo, ellos nacieron nada más que para trabajar.

Mis abuelos maternos eran, como la mayoría de la gente de aquellos tiempos gente dedicada al campo. Se fueron de caseros con sus tres hijas a un cortijo arrendado. Allí buscaban collejas, tronchos de lenguaza para comer, también comían higos, migas al amanecer, para el mediodía tomates fritos con pimientos y berenjenas o cocidos, potajes y poco más de lo que daba la tierra.

Guardaban las higueras, es decir las cuidaban para que no robaran los higos, porque tenían que pasarlos para hacer bollo para comer y también para cambiarlo a un señor que se llamaba Socorrete e iba por los cortijos llevando porcelana y platos de graná y así les juntaban a las hijas el pequeñísimo ajuar de ollas.

Mi madre era la hija más pequeña, pero sus hermanas que eran mayores le ayudaban a su padre en todas las faenas del campo. Iban a segar y arrancar alverjanas.

Me cuenta mi madre que para la fiesta del pueblo se hacían un vestidillo, bajaban un día a la fiesta, el día de los cortijeros. Y cuando pasaba la feria le decía que se guardara el vestido para el año que viene.

Mis abuelas siempre iban vestidas de negro, con un delantal a cuadros y alguna toquilla un poquito raída y siempre peinadas con moño. Que poquito disfrutaban de la vida, ni fiestas, ni vestidos, solo estaban para criar hijos y trabajar. Tan buenas y sumisas, siempre las conocí hechas unas viejecitas, cuando en realidad no lo eran.

También mis padres se fueron a un cortijo, cuando yo tenía cuatro años, junto con mi hermano. Más o menos parecido a mis abuelos, porque tenían que comer también de lo que daban las tierras. Muchas gacha-migas, habas, algún animal que se criaba y la matanza del cerdo.

Yo más pequeña que mi hermano siempre me quería ir con él a jugar, pero me decía que tenía que ayudar a mi padre, trabajador como pocos y buen padre.

Algunos ratos me iba a una alberca que había allí y mi padre me enseñaba las ranas, los sapos y yo me asustaba. Otras veces jugábamos a las chinas con piedras pequeñas o me hacía mi madre una muñeca de trapo (juguetes ningunos).

A mi hermano le gustaban mucho los mantecados y por más que mi madre los guardaba él los encontraba. Acabó escondiendo la olla en la pajareta cubierta de paja, eran los únicos dulces que había hecho mi madre y no quería que nos los comiéramos antes de navidad.

Hay tantas anécdotas de nuestra niñez; para comprar chocolate, se compraba por onzas, el atún, la miel y otros alimentos los vendían a granel.

Pero dentro de esas estrecheces siempre lo recuerdo con mucha felicidad, pues fui una niña muy mimada y querida por mis padres y mis abuelas. Dios los bendiga.

Bueno, vaya cambio que nos dio la vida para criar a nuestros hijos. Les hemos dado todo lo mejor que hemos podido, en ropas, comida, vestidos de comunión, estudios, todo lo que hemos tenido a nuestro alcance, gracias a Dios. Podemos estar orgullos de que nos van a quedar muy pocas cosas que hallan pedido nuestros hijos y que no se lo pudiéramos dar humildemente.

Deseamos todas las madres que siga todo para bien y que lo sepan aprovechar para bueno.

Loli Contreras